Hacemos el desayuno en perfecta sincronización,
dejando que el ruido de la cafetera inunde
la cocina. El agua hierve, se tuesta el pan.
Guardamos silencio y pensamos con cierto
pesar que todavía es miércoles.
La noche anterior se desató una tormenta
que duró casi toda la noche. Ahora está
despejado y desde el jardín maúlla
un gato sin dueño.
Como ese vecino que está lleno de
buenas intenciones, pero que
siempre dice lo que no debe.
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