El formulario extraviado y unos árboles perfectos

Estamos sentados en lo que todo el mundo se empeña en llamar "comedor", que no es más que una sala con mesas de formica y un microondas. Es la hora de comer, el momento de evadirse y descansar la mente tras una mañana saturada de trabajo. La fiambrera de hoy lleva arroz con verduras y un trozo de pechuga frío, que intento mejorar con un poco de sal. Todos comemos en silencio, mientras fuera el viento mece un grupo de árboles. Sus copas son altas y frondosas, es una escena bonita. Las hojas tiemblan por centenas, generando un flujo voluble, sensual y orgánico que nada tiene que ver con nuestro universo de formas geométricas y ángulos rectos.

De pronto, la puerta de cristal se abre y entra una mujer con cara de agobio. No debe de tener más de treinta y cinco años. Se detiene en la entrada, y extendiendo las manos hacia nosotros pregunta casi gritando:

- ¿¡¿¡Sabéis quién es el encargado del formulario CELO-030!?!? -sus ojos barren la sala, nos escrutan rápidamente.

Silencio absoluto. Un becario se gira hacia una mesa, por si acaso allí alguien sabe algo. Pero no. Nadie sabe nada. No tenemos ni idea. Alzo los hombros para resaltar mi ignorancia: ni siquiera sé de qué formulario habla.

- ¡Es importante averiguarlo! - levanta las manos al techo - ¡Todo depende del CELO-030!

Una chica vestida con una adorable falda plisada intenta ayudarle:

- ¿Has preguntado en el archivo? -dice con voz dulce.
-¿¡El archivo!? -la mujer frunce el ceño impaciente- ¡El documento está en fase 4! ¡Todavía no ha llegado allí!
- Ah... - la pobre muchacha baja la cabeza hacia su taper de macarrones con queso y sigue comiendo, un poco ofendida por el tono de la mujer- No lo sabía...

Como es evidente que nadie sabe de qué formulario nos habla, un hombre con corbata azul intenta zanjar al tema:

- Lo siento, pero creo que esos documentos los lleva otro departamento - interpela a la mujer conciliador, con esa sonrisa profesional que adquieren los que llevan años tratando este tipo de problemas. 

Al mirarlo siento admiración de forma automática: por fin alguien con aplomo para introducir un poco de cordura en esta situación tan absurda. Se nota que está más que acostumbrado a bregar con documentos extraviados y funcionarios que no saben cosas, como quién se encarga de qué. Pero la mujer no se amedrenta.

- No - dice de forma tajante - el CELO-030 lo lleva alguien de este piso. De finanzas.
- ¿Estás segura? - le responde sin dejar de sonreír, limitándose a levantar levemente las cejas - Hace meses que no veo un documento de esos por aquí.
- ¡Claro que estoy segura! - la mujer vuelve a alzar el tono - ¡Alguien debe tenerlo!

El hombre se limita a negar levemente, dándole a entender que no tiene sentido ponerse así, que ya aparecerá. Sin dejar de sonreír, vuelve a su comida. La mujer nos lanza una última mirada llena de odio. Un odio sincero, fresco, que vibra sobre nuestras cabezas como una ráfaga de uranio.

- ¡¡¡Sois una panda de incompetentes!!! - sale del comedor a toda prisa.

La puerta de cristal se cierra lentamente tras ella, casi sin hacer ruido. De forma instantánea el ambiente se distiende y todos volvemos a nuestros asuntos. El grupo de la mesa del fondo critica en voz baja a la mujer diciendo que no tiene sentido ponerse así por un CELO, porque en la fase 7 se duplica y es más fácil encontrarlo. Mientras mastico un trozo de pollo salado miro de nuevo hacia afuera. Los árboles siguen meciéndose elegantemente, cambiando de color y de forma una y otra vez. Siempre iguales, siempre diferentes. 

Cuando recojo mis cosas dispuesta a volver al trabajo, descubro que el hombre de la corbata azul sigue sonriendo. Pero esta vez lo hace mirando por la ventana, disfrutando él también del viento que no siente, de los árboles en movimiento. De todo lo que, aunque lejos e inalcanzable, sigue sucediendo allá afuera.

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