Cierro los dedos en torno a su cuello.
Por detrás, suavemente.
Y la levanto despacio.
Pesa bastante, unos
seis kilos y medio.
Acerco mi cara su
hocico y la rodeo
con los brazos.
Nos quedamos
muy quietas,
respirando.
Ella esconde
su cara bajo mi
barbilla y suspira.
El sol sigue brillando.
Un pájaro canta
a lo lejos.
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