El aro del sujetador me roza una costilla cada vez
que tomo aire.
Me arranco un padastro con la punta del colmillo.
Hoy siento un impulso peligroso:
"No puede ser que esta sea yo".
Al mirar al techo veo cómo la araña de la esquina
hace un ovillo con forma de mosca.
Inspiro, la mosca se mueve; expiro, la araña
cierra el huevo. Inspiro, la mosca muere.
Debería estar pensando en la batalla de los insectos,
la trascendencia entre la vida y la muerte.
Pero tengo asuntos que atender:
la piel de la costilla arde,
el padastro sangra demasiado.
Me pregunto qué hubiera escogido Dickinson.
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