Ella bailó toda la noche
y todo el camino a casa.
Recorriendo el asfalto prieto
y ramas oscuras de jacaranda.
Mientras una música premonitoria
sonaba circularmente en su entrecejo.
Así se vio en los ojos de él.
Volviendo sin zapatos ni horquillas.
Con las manos largas y extendidas.
Iluminada por todos los farolillos.
Y una boca como la bahía nocturna
más ondulante y hermosa.
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