Y tú, Marina, resiste.
Bajo la cesta de anguilas,
el peso de la carne escurrida.
Junto al discreto peón
que azuza tu lengua.
Entre el incendio imperial
cobijado bajo los ojos.
Debes oponerte
a los privilegios del silencio.
Y no capitular,
jamás,
ante la extensa explanada
que somete tus días.
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