Era fuego sin humo:
así vi arder el asfalto,
las ancianas prietas,
los brazos alzados del árbol,
y las montañas internas.
Todas las montañas,
que gritaban, en llamas,
mientras miraba al cielo
con el cuello de carbón.
Vi fuego ¡vi llamas Padre!
la desolación del cuerpo,
las niñas tristes sin tiempo,
mis amigos brillando alaridos.
Y puede que sea hoy,
puede que muramos juntos
con llamas como montañas.
Incandescentes irrepetibles
dentro, muy dentro de la noche.
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