Como un sastre sádico
me escondo con agujas
bajo las uñas.
En silencio
me agazapo
y ardo, ardo, ardo.
Estoy loca por cazarlos,
a todos esos mirlos blancos
que vuelan rellenos de sangre.
Que te seducen desde las alturas,
te rozan con sus alas afeminadas,
sus picos blandos de falso cartílago.
Como un sastre silencioso
me preparo con patrones
y medidas ajustadas.
Decidida a combinar
el blanco ligero de sus pechos
con el rojo grumoso de sus arterias.
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