Venid agallas mías.
Animales repletos
de miedo
amortiguado.
Venid a mis brazos.
El amor caerá
sobre nosotras
como una estaca.
Pero venid sin recelo.
Aunque mi voz
se haya tornado
piedra pómez.
Venid a mi llamada.
Ignorad los ataques,
yo os protegeré con
las palabras de Salomón.
Venid ya queridas agallas.
Pues él vaticinó:
aquel que turbe su casa,
heredará el viento.
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