Too much

El sabor a humedad y azul oscuro de las estrellas. El brillo de un zumo, lleno de pequeños trozos de pulpa flotante. Las llaves, con su olor a metal un poco desagradable. Ese jersey favorito arrugado en la silla. Parece feliz, parece dormido. Como si tuviera cuerpo. Bailar imitando a una medusa. Salir del metro y arrancar a correr sin tener ni idea de a dónde ir. Acariciar a un ser de otra especie. Un gato, o un perro, por ser los más accesibles. Pero puede ser cualquier animal. Abrir la palma de la mano y tocar su cuerpo repleto de pelo suave mientras cierran los ojos para concentrarse en el gesto. Eso sí que es demasiado. Hundir la cuchara en una tarrina de helado. Una risa un poco ridícula estallando en un lugar público. El humo blanco del café en los días de invierno. Dejar al listo de turno con la palabra en la boca. Oír crujir la grava del camino bajo los pies. Estirar el brazo para coger la última aceituna. El libro esperando en la mesita de noche. Quitarse la ropa y mirarse ante el espejo, sin pasión, sólo por curiosidad. Mascar chicle en una escalera mecánica. 

A veces veo estas cosas, o hago estas cosas. Como tú. Y algunas veces me parece demasiado. Aunque supongo que si vivimos rodeados de un escenario así, es porque podemos sobrevivir. Tal vez la solución sea pasar a través de ellas, dejar que crucen sin que nos afecten, sin dale importancia, como si no estuvieran ahí. Pero creo que no quiero hacer eso.

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