Ella está enfadada, pero limpia.
Se rodea de raíces o trapos de lino.
Y tiene las manos bonitas, pero leves.
Sus dedos se manchan como flores:
violeta, madreselva, orquídea.
Los colores suaves del jabón.
Ella está furiosa pero no me enfrenta.
Huye tras la esquina, una línea recta.
Y sube al manzano más robusto.
Una vez a salvo Eva sonríe.
Me saluda desde su paraíso.
Rechaza el veneno fresco.
Se burla.
Señala mi boca.
Y me llama víbora.
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