La pregunta de cortesía

En medio de la cena,
entre platos y servilletas,
alarga una mano y me toca.

"Entonces, ¿qué es lo que escribes?"

Nos acaban de presentar,
no sé quien es.

Levanto la mirada y veo

una expresión aburrida,
las encías de su boca,
arrugas en el mantel,
cristales llenos de grasa.

"Oh, pues nada.
Cosas que me llaman la atención".

Soy una máscara perfecta.
Su brazo se repliega para
coger de nuevo el tenedor.

"Si hay algo que me asombra,
es la sensibilidad femenina".

Trago el trozo de carne
sin masticar.
Hago un esfuerzo.

"No tengo autoridad para hablar
en nombre de todas las mujeres,
apenas conozco a unas cuantas".

Me ríe la gracia,
alaba mi ocurrencia.

"¿Ves? una respuesta extraña.
Las mujeres sois un misterio".

Otra vez. El plural constante.

Miro el cuchillo manchado
de mayonesa, fantaseo
con la violencia.

Entonces pienso que
podría ser sincera.
Confesarle la verdad.

Decirle que soy egoísta,
que sólo puedo entender mi voz.
Porque el resto es un misterio.

Pero no me decido:

"Supongo que sí,
somos un poco raras".

Una nueva sonrisa flota entre nosotros,
me sirvo agua y le pregunto
si tomará postre.

El resto de la cena transcurre
sin incidentes.

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