Volvías del trabajo y me hablabas de tus estudios
mientras yo cortaba cebollas para hacer un guiso.
Oía sobre la vida de Napoleón, Rasputín, Marco Aurelio.
Hombres poderosos. Gente muy asertiva.
La cebolla se doraba y Napoleón invadía Rusia.
Bajaba el fuego mientras Rasputín era asesinado.
Añadía el caldo cuando Marco Aurelio heredaba un imperio.
Y tú con los ojos fijos en mi cuello y la voz tensa.
¿Es posible que sucediera así? ¿No te parece increíble?
Intento no mirarte. Me cuesta responder.
Para mi el amanecer y el ocaso son luz
distorsionada. Pura ilusión.
Parecen lo mismo.
Y casi lo son.
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