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Tenemos platos de cáscara suave.
El llanto de un bebé tras el tabique.
Café soluble y ropa de neopreno.

Sin olvidar el vértigo de las llagas mínimas.
Las violetas uñas de lunas mordidas.
Todas las sombras de la mandíbula.

Pero sigue siendo un precio muy alto
este de vivir sin precipicios.


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