Sigues arrancando botones,
desmenuzando los mendrugos.
Quieres exiliarte del azul de tus venas,
contar el leve crujir de la naftalina.
Y por ello pagarás un precio.
Olvidarás aquellas carreras,
tus pies jóvenes y tersos,
un cuerpo sin rencor
que superaba
ágilmente
todas las tapias.
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