Un cráneo de flores que no se pudre,
que no hace miga en el hueso.
Una cabeza alta y suave,
con la mañana tumbada
en las mejillas.
Así imagino tu despertar
en los amaneceres
de esta casa.
Una frente cegadora.
Dos párpados contentos.
Y toda la luz de tu boca
durmiendo en mi garganta.
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