Dices que si a todo.
Estiras tus labios.
Muestras amable tus dientes.
Pero al mirarte sigo viendo
cierto defecto parcialmente oculto.
Como un velamen negro,
o un clavo de dos cabezas,
o definitivamente,
como el mármol quebrado
de aquellas estatuas
destruidas por los bárbaros.
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