Aquel día caminaba despacio.
Observando cómo recorres los minutos
sobre las aceras y el café de la mañana.
Pensando, pensando, en cosas tuyas.
Misterios mudos para mi.
Y te juro, por todo lo que desconozco,
que imaginé que cogía una cuchara,
un cubierto limpio y plateado
y despegaba un trozo de mejilla.
Un fragmento de postre dulce.
Y me lo metía radiante,
completamente feliz,
bajo la lengua.
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