Me gustaría moverme como los estanques crueles,
llenos de luz y flores venenosas, aguas verdes repletas de anfibios.
O ser un cisne de pluma negra, nadando en una fotografía
antigua olvidada en el cajón de un alcohólico.
Lavarme la cara con pechos de alondra, de jilguero,
ser la reina del acantilado, la dueña de los grillos extintos.
Quisiera correr sin perder el aliento sobre colinas peligrosas,
repletas de fieras hambrientas o cazadores que perdieron el juicio.
Supongo que quiero demasiado, que espero bengalas estallando,
llamas en las esquinas de mi calle, incendiadas por que sí.
Pero lo cierto es que todas esas imágenes ya vienen,
se acercan riendo y bebiendo en esta noche de verano.
Solo para reencontrarnos y fundirnos en un abrazo nocturno
que acallará las voces y las tumbas de los días normales.
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