La vaca se arrodilla y mis intestinos reaccionan los primeros.
Hinca las pezuñas en el verde y se arrastra.
Percibo su imposibilidad de continuar.
El resto de la manada lo ve. Lo sabe.
Pero no puede hacer nada.
Y sigue pastando.
O finge vigilar a sus crías.
La vaca ya no puede incorporarse.
La manada tampoco come.
Pero yo sigo mirando.
Con las vísceras espesas.
Y la calma del sueño.
Instalada en el prado.
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