Emigrar es como cuando el gorrión alza el vuelo
y se queda una pluma enganchada en la cuerda de tender.
Un plumón separado para siempre de lo conocido,
condenado a una nueva existencia ajena al cielo.
Que ve cómo el ave se aleja para siempre
ignorando totalmente su situación,
su condición de maravilla desubicada.
Así ven los ojos del emigrante la que fue su casa.
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