Tengo anhelos ocultos,
deseos imposibles.
Como las estrellas del cabezal:
tragarlas enteras
como un Saturno contento.
También comer sopa negra
y pellizcar mis nalgas sin miedo.
O abalanzarme sobre el movil
para llamarte esperanzada.
De todo lo anterior,
oír tu voz sin cuerpo
es lo más complicado.
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