Recubierto de gatos durmientes y colchas de madreselva.
Donde los pies caminen sobre estanques y no haya esquinas.
Unas horas donde la melena respire sin horquillas.
Y bebamos el licor en la cristalería antigua.
Tal vez llegue pronto, tal vez mañana.
Ese día perdido donde no crepitemos.
Y durmamos el uno sobre el otro.
Como dos horizontes sin oráculo.
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