No le temo a la oscuridad
ni a la niebla en el bosque.
A las bayas rojas, al musgo.
Tampoco me asustan las fieras,
porque hace tiempo
que huyeron de mi.
No sin antes rodearme
de almohadones y seda.
De objetos amables
que me persiguen al despertar
con sus manos de lánguida madurez.
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