Dentro del león

Echo de menos follar dentro del león.

Cómo nos empotrábamos contra su carne,
sorbiendo de una costilla otra,
gimiendo bajo aquel lomo dorado,
lamiendo las briznas de su médula.

Echo de menos el jadeo en sus fauces.

La caza perpetua a la que nos sometía,
cómo bebíamos sobre su melena,
mientras acariciábamos todas las garras,
todas las trampas escondidas en la espesura.

Pero hace tiempo que no vemos a la fiera.

Y nos empeñamos en esperarla
en un pasillo repleto de gatos.

Ese animal pequeño y perezoso
que bosteza y se vuelve a dormir.

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