Atasco el destornillador en el desagüe.
Para encender la luz he de golpearla
y se me han acabado los perros guardianes.
Intento compensarlo perfumando hisopos,
calmando mis meninges harapientas.
Pero las caras conocidas quieren más,
buscan masticarme los tobillos.
No importa. Seré más de lo que esperan.
Tendré la cabeza bien alta: la cortaré
y la subiré al lado de los pájaros.
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