Quedemos en la estación de metro a las siete. Citémonos allí, elige la ropa pensando en mi cara. Sabes que me gustas, y que yo te gusto. Escoger es un acto placentero. Si quieres podríamos buscar un rincón tranquilo, una esquina donde puedas seleccionar a la carta aquello que quieras tocar.
La curiosidad es algo morboso: saber la consistencia de un antebrazo, la suavidad de la lengua, el tacto huidizo del pelo. Y el olor. También está el olor. Cómo hueles es algo que se acerca bastante al concepto que tengo de lo sublime. Pocas cosas se aproximan a él. Tal vez el agua, sumergirse en ella, sea lo único que considero accesible. Todo lo demás, incluido tu perfume, está lejos. Lo sublime se hace de rogar, eso sin duda.
La curiosidad es algo morboso: saber la consistencia de un antebrazo, la suavidad de la lengua, el tacto huidizo del pelo. Y el olor. También está el olor. Cómo hueles es algo que se acerca bastante al concepto que tengo de lo sublime. Pocas cosas se aproximan a él. Tal vez el agua, sumergirse en ella, sea lo único que considero accesible. Todo lo demás, incluido tu perfume, está lejos. Lo sublime se hace de rogar, eso sin duda.
No te asustes si digo estas cosas, estoy nerviosa. Pocas personas me ponen realmente nerviosa. Eso es buena señal y al mismo tiempo un indicador de que el peligro está cerca. Pero sobre todo es un síntoma de vitalidad, y eso no puede ser del todo malo.
Oh, disculpa. En vez de sincerarme tan rápidamente debería mostrarte lo mejor de mí. Aquello que sospecho que quieres encontrar debajo de mi camiseta, detrás de los ojos. No soy una ingenua. Sé que vivimos de ese modo: diseccionamos cuidadosamente la realidad para recolectar los brotes más tiernos, para no masticar nada amargo, nada desagradable ni podrido. Por eso la música pop, los asientos reclinables, la opacidad del ataúd, el café aromatizado.
Y qué verdes son los arbustos que crecen al lado de la carretera, qué hidratado pareces desde aquí, qué bonito el gris metalizado de tu coche. Qué grande era este mundo. Pero no te inquietes, estoy andando en círculos. Olvida lo que he dicho. Quedemos en la estación de metro a las siete. Citémonos para olvidar.
Oh, disculpa. En vez de sincerarme tan rápidamente debería mostrarte lo mejor de mí. Aquello que sospecho que quieres encontrar debajo de mi camiseta, detrás de los ojos. No soy una ingenua. Sé que vivimos de ese modo: diseccionamos cuidadosamente la realidad para recolectar los brotes más tiernos, para no masticar nada amargo, nada desagradable ni podrido. Por eso la música pop, los asientos reclinables, la opacidad del ataúd, el café aromatizado.
Y qué verdes son los arbustos que crecen al lado de la carretera, qué hidratado pareces desde aquí, qué bonito el gris metalizado de tu coche. Qué grande era este mundo. Pero no te inquietes, estoy andando en círculos. Olvida lo que he dicho. Quedemos en la estación de metro a las siete. Citémonos para olvidar.
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