Puedo mantenerme absolutamente quieta.
No mirar los interruptores, dejar que venga la noche.
Sin apenas respirar y con una pared frente a mi.
Un muro de yeso blanco,
o una puerta cerrada,
si prefieres.
Soy capaz de hacerlo.
Si quiero permaneceré quieta como una taza.
Sin llamar a nadie y con un huevo en la boca.
Buscando sin voz a mis seres amados.
A los que están lejos, a los que me cuidan.
Para que acudan a mi encuentro
y bajen del altillo mi alma,
o mi cabeza,
si se atreven.
Continuaré atenta, a la espera.
Rodeada ya por la oscuridad.
Dentro de la noche más larga.
Pero siempre de una pieza,
siempre obstinada en florecer.
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