Cuando me querías eras como un porche,
uno de esos balcones de madera
forrados de listones blancos,
mecedoras y chicharras.
Aquí no tenemos entradas así,
rodeadas de trigo y camionetas.
Eras una casa de otro país.
Pero cuando me querías y yo te miraba,
cuando todo ardía y parecía extinguirse,
me ofrecías limonada y una sombra fresca.
Cuánto me gustabas, cuando eras un refugio.
Yo llevaba el vestido oscuro
abotonado hasta el cuello,
un recogido de pelo prieto.
Caminaba en el rigor más absoluto.
Pero tu eras un porche cuando me querías,
y yo podía entrar allí, descansar en ti.
Sentarme a las puertas de tu pecho
y fingir durante un momento
que era la dueña de la casa.
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