Disección de la caja del supermercado

Unas cuantas agallas me vendrían bien,
pero tendré que conformarme
con un cartón de huevos.

El principio no puede ser más simple:
entrar, buscar, coger la docena de huevos.

Después la cosa se complica.

Tengo que hacer cola para que lean el código,
para que me canten el importe del producto.

Antes los tenía en mi poder,
puede que me los lleve después.

Pero para conseguir todos los derechos
sobre los huevos escogidos
tengo que dejar algo a cambio.

Está bien, no es un mal trato.
Hay una lógica en este intercambio.

Podría ofrecer mi tiempo,
sé hacer algunas cosas:

no soy buena en cálculo
pero la organización es mi fuerte;
me gusta ordenar por colores
y puedo ayudar a los mayores
a cargar sus bolsas en el coche.

Pero no. Nada de esto sirve.
Tengo que pasar por caja.

Y pagar con unos discos metálicos
que no significan nada para mí.

Este mundo está loco.

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