Las luces del Bingo estallan en mi cara.
Tengo colores a pesar del frío,
del tráfico,
del asfalto,
de la soledad de los transeúntes.
Recordarte es mejor que la aleación cobre-estaño.
Podría ser un poste de hueso, una señal luminosa.
Y no me afectan la calderilla ni las promesas.
Solo conecto mis mejillas, te acecho paciente.
Porque quiero la carne roja, azul, verde, amarilla;
cientos de bombillas de piel parpadeando.
Pero lo cierto es que anochece y hoy tampoco apareces.
El móvil no responde, los autobuses van llenos.
Decido ignorar el buzon de voz y mis dedos bajo cero.
Tengo que irme a casa; pienso en comprar salchichas.
Maldita sea esta vida de depredador mediocre,
la soledad de Internet, todas sus pantallas led.
Armas inútiles para presas invisibles.
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