Se puede rastrear.
Se puede medir.
En cinco pasos.
Pan ácimo esperando por primera vez la levadura.
El miedo como un pecho repleto de lirios.
La respiración incompleta de los fetos.
Astillas en las galletas del desayuno.
Jilgueros perforados bajo las uñas.
Así es como llegará la desgracia,
como te marcará el destino
y empezará su aniquilación.
Por eso, huye. Sal al rellano.
Baja las escaleras y
desaparece
de tu propia vida.
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