Miro hacia el cielo
y muerdo un níspero.
Sería mejor mentir.
Y decir que es una jugosa ciruela,
fresas de un rojo sugerente.
O cualquier cosa mejor.
Pero el níspero es alegre
y guarda un hueso de aceite.
Me mancha las comisuras
con pequeños círculos de luz.
Mastico y miro las nubes
hasta que el níspero se acaba.
Me relamo los dedos,
suspiro con calma.
Estoy saciada.
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