El techo es infinito.
No se mueve.
Tumbada boca arriba
pienso en la ausencia.
Y mis ojos ya tienen arrugas:
tal vez debería hacer algo.
Los lamentos llegan
pero nadie los secunda.
La Luna calla,
porque allí no hay nadie.
Las estrellas me ignoran,
porque no son de carne y hueso.
Tengo que salir
a buscar a los míos.
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