Tengo una herida roja, azul y violeta que me parece
mucho más hermosa que "Composición VIII" de Kandinsky.
Cuando nadie me ve, me cojo del pelo y estiro hacia arriba,
como si hubiera alguien muerto de deseo mirándome la nuca.
Intento dormir, pero veo cazadores de gargantas voraces,
que engullen el plumaje imposible de las perdices.
Antes de encontrarnos, guiño un ojo al ver aparecer tu silueta
para comprobar si tienes dos mitades, y que ninguna desaparece.
El día que me rinda temblaré dentro de desconocidos,
pero en todos tus jadeos encontrarán un bocado de mi nalga.
Bajo las escaleras con los brazos extendidos,
porque hay ideas malnacidas que suben a traición.
Me preguntaron si nunca mentía,
y me sinceré inventándome que siempre hablo de mi.
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