Vuelvo de pasear por el jardín.
Allí todo está hidratado.
Converso con los geranios.
Busco el sol entre las fuentes.
Pero al volver a casa lo veo:
un cesto con liebres muertas,
pelusa y ojos negros paralizados,
cuerpos reposando en la entrada.
Sé que la vida me espera
sentada en el salón.
Pero a pesar de su paciencia,
sigo sin estar preparada.
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