La peor opción

Vomita sobre el fular de seda con un sonido cansado.
El bebé me observa mientras su madre hace aspavientos.

El pañuelo de seda.
La mancha permanente.
Era mi favorito.

La gente finge no darse cuenta.
Él sigue sin parpadear.

Me mira. Y está triste.
Seguramente se encuentra mal.

Ignora deliberadamente a su madre,
que le limpia la boca con una toallita.

¿Por qué le llamo la atención?

Pienso que tal vez quiere venirse conmigo.
O que le parezco diferente a los demás.

Me detengo y le sonrío sinceramente,
incluso le saludo con la mano.

Pero finalmente niego con la cabeza:

Eres un encanto pero créeme,
aunque sea brusca y te riña,
aunque siempre esté agobiada
y parezca decepcionada

estás mejor con ella.

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