*

Llama a mi puerta el empleado
de la compañía eléctrica.
Viene a revisar el contador.

La empresa no se fía:
la Luz también puede robarse.

Comprueba códigos en la pantalla
de una máquina misteriosa y no
me mira a los ojos.

Voy en pijama y llevo tres días
sin ducharme.

El hombre ignora el detalle,
alargándome una factura
atrasada. 

254 euros por dos meses.
Ostia puta.

Le sonrío desconcertada.

Y pienso en una lluvia furiosa.

Demencial.
Tremenda.
Incontestable.

Que inunde todo el barrio
y nos arrastre sin remedio.

Sí. Soy dramática.

Pero es que han sido años duros.

Y quiero que llueva.

Que el agua arrase con todo 
lo que se apoya sobre una superficie.

Quiero que nos arrolle, para así
poder gritar con ganas.

Antes no había espacio para 
el precio de la Luz.

No había lugar para
lo mediocre.

Ahora todo vuelve.

Pero han sido tiempos duros,
y creo que nos merecemos
aullar por fin.

Poder fluir en el caos.

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