El descanso del guerrero


He vuelto del supermercado con 
un solomillo que estaba de oferta. 

Pero no tiene vida, hay tristeza
en la bandeja de espuma acolchada.

Dejo la compra en la cocina, 
el solomillo junto a los fogones.

Al cruzar la puerta del salón veo 
su figura de guerrero. 

La tensión de la vida.

Duerme en el sofá, ajeno a mamíferos 
descuartizados.

¿Y si lo despierto? 
¿Y si le hablo de la muerte y la carne?

De cerca, tiene humedad en las pestañas
y una vena lisa en el cuello. 

Una yugular tersa, que bombea demasiado.
Es mejor que me ponga manos a la obra.

Me olvido del solomillo y escojo al hombre.
Lo desnudo con ansia cerca de la cadera.

Deliro y desplumo. 

Tanteo la ingle. Piel y mordiscos.
Tanteo el límite. Saliva y sangre.

Él sólo gime bajito.
Es más valiente de lo que imaginaba.

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