Si me ponen bocabajo
y me acercan un frasco
de sales.
Si me acorralan en una
esquina cuando bajo
la basura.
Si me insultan,
si se ríen.
Si hacen burla
y señalan mi frente.
Si me ponen las cosas
más difíciles.
Sólo consiguen aire.
Porque sigo
con mi pijama,
mi pelo sucio,
mi cara entera.
Y voces rabiosas
en la cabeza, sepulcros
de jóvenes, mortajas que
no duelen.
La tortura de las místicas.
Una Santa Teresa de barrio.
Con la mirada más allá
de los barrotes,
por encima del catre.
Una luz en la celda,
bajo los harapos,
que no cesa.
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