Dejaremos de fingir.
Si la noche cae sobre el asfalto
con sombras de arcilla clara
y tazas en los arbustos,
dejaremos de fingir.
Cogeremos las llaves, la cartera
con las tarjetas de plástico
y huiremos de frente
con las llagas al raso.
Y dejaremos de fingir.
Pues sabemos desde hace tiempo
que no hay amanecer posible
para aquellos que forran
de codeína sus órganos.
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