Babeaba.
Dormía de lado y babeaba.
Con un pijama lleno de estrellas,
oscurecía la almohada con su saliva.
Me acerqué despacio. Podía ver cientos
de serpientes apareándose en su pelo.
Su boca tenía cerámica suave,
respiraba como si me llamara.
Babeaba.
Dormía junto a mí y babeaba.
Y era como una muerta imposible,
un tesoro de sopor caliente.
Rellena de galaxias y saliva
siempre destinadas a otro.
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