Es mediodía, un cielo con luz puntiaguda.
Hay cortinas y ventanas que lo frenan.
Que amortiguan su efecto
de rayo que no duda.
Y aquí estamos
en esta habitación soleada,
donde debes abrir más los brazos,
debes convencerme que estamos a la altura.
Que somos de esa raza que puede cerrar las manos
y oscurecer paredes y techos y puertas de entrada y de salida.
Sin perturbar el estado natural de este día,
de un entorno que siempre vigila.
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