*

Aquel alcohólico hablaba de un halcón,
de la ilusión de un ave digna.

Levantaba las manos con gesto vago,
la describía con sonidos gangosos.

Sólo quería contar su portentoso vuelo,
el privilegio de ser el único testigo.

Hablaba sin parar
pero no miraba a nadie.

Un ligero temblor lo delataba.

Sólo le quedaban el halcón
y su despegue onírico.

Mientras lo describía por tercera vez
yo buscaba sus ojos, cualquier brillo.

Pero el hombre había sacrificado todo.
Sin compasión.

Y aunque parecía vivo
ya nada le importaba.

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