Febrero en el metro de Lisboa

El metal vibra y los vagones traquetean eternamente.
Huele a humedad, a plástico, a epidermis grasienta.
Solo se oyen suspiros, alguna tos ahogada.
Muchos pasajeros miran el móvil,
con la cara completamente azul.

Mientras al otro lado estallan chispas.
El túnel se llena de relámpagos.

Es la Luz, que nos llama:
es la magia que insiste.

Pero nosotros
la ignoramos
para jugar
al Candy
Crush.

Qué vida tan triste.

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