Mientras friego las tazas del desayuno el jabón murmura. Me regala consejos, me sermonea con voz profunda recordándome todo lo incorrecto. Todo lo torcido, la ropa mal doblada, aquello que no digo. Y me da consejos, acaricia mis dedos mimoso y bienintencionado. Señalándome, por ejemplo, que todavía no he llamado a mi abuela. O que no he buscado un profesor de portugués que sea barato. Tampoco he comprado el billete que me lleve a casa. Y sobre todo, me recrimina con una burbuja delicada, que llevo varios días sin buscar mi reflejo en el baño. Ha notado que mis ojos se posicionan en ángulos intermedios. Pero el jabón no está realmente preocupado, sigue limpiando blanco y espumoso. Así que decido imitarlo, y termino de limpiar los restos de la mañana, mientras las cosas permanecen confiadas en su sitio. Esto es previsible, así que no pasa nada. Quiero creer que mi escenario no es una trampa. Todo está bien. Todo va bien. Seguramente estoy a salvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar :)