No puedo evitar saberlo

Conservo mis días como una fruta,
redondos y tibios bajo la carne.

Me ronronean entre los párpados,
domestican la cara del perro.

Pero aunque me empaquete para regalo,
o negocie con la mezquindad del segundero,

sé que al final nadie se preguntará
si alguna vez fui importante.

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