Hace tiempo que no me corto el dedo
con un folio de papel.
Una hoja en blanco, ligera y fresca.
Quiero volver a sangrar, quiero que las gotas
manchen las paredes de mi casa.
De verdad.
Comería montañas de papel,
tragaría pulpa con grumos.
¿Se puede dejar de escribir?
Arrugar un poema es algo sublime,
es la recompensa de los más tenaces.
¿No me crees?
Eso es porque no conoces sus secretos:
puedes ser Dios,
puedes tumbarte en el papel
y ver cómo fosiliza tu sangre.
Para que otro lo lea,
para que viva sin ti.
No te miento.
He visto caras llenas de rojo,
que sonríen extasiadas
muy lejos de aquí.
Ahí, es donde quiero ir.
Allí es donde debo estar.
¿Todavía no me crees?
Entonces vente conmigo,
coge un folio
y vente conmigo.
Lo verás con tus propios ojos.
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