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Clara, eres pura cal.

Tus calcetines de algodón se ven ligeros.
Caminas por el corredor de oncología
con los pies como almohadillas de castor.

Miras tu cuerpo agotado, que no puede
seguir su camino a través del hielo.

También tus ojos están cristalizados
en una córnea de lucha compacta.
Te ves muy pálida, tienes frío sin hollar.

Clara, eres pura.

Por eso me quedaré a tu lado:
para ver si puedes aplastar los copos de la muerte
o si harás tu refugio dentro de un ataúd de nieve.

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