Para ver un mundo en un grano de arena
y el paraíso en una flor silvestre,
sostén el infinito en la palma de la mano
y la eternidad en una hora
Augurios de inocencia
William Blake
Meto las manos hasta el codo
en un saco de estrellas.
Noto sus aristas, el brillo
triste de sus entrañas.
Les susurro ternura
para que se adormezcan.
Quiero que confíen.
Entonces cojo un puñado
y me lo acerco a la boca.
Despacio, sin hacer ruido.
Las toco con la lengua,
las abarco con un paladar
grande como cien catedrales.
Y las engullo con un murmullo.
Bajan la tráquea, se amontonan
en mi estómago formando
colinas de flores galácticas.
Suspiro de placer.
Rellena de praderas luminosas,
me acerco al interruptor, lo apago.
Bajo la persiana para que llegue
La Nada y me coja del cuello.
Para que apriete la yugular
o la nuez. Para que me azote.
Porque el negro puede
llegar a serlo todo.
Sólo Él puede crecer
y transformarse en
El Señor Absoluto.
Eso es lo que quiero.
Lo llamo en silencio.
Para brillar necesito oscuridad.
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